Hay una nota en el NY Times titulada My Personal Credit Crisis escrita por Edmund Andrews. Es muy larga como para traducirla, vale la pena dedicarle 15 minutos y leerla. Se los resumo, pero les recomiendo que en vez de leer el resumen lean el original, que está por convertirse en un libro.
Andrews detalla como durante varios años fue evitando entrar en la rosca del endeudamiento, convencido de que todo era un disparate. Finalmente, en el 2004 no resistió a la tentación y se compró una casa de U$S 460.000. Si bien sus ingresos eran buenos (U$S 120.000 al año), tenía que pagar impuestos, gastos y la manutención a su ex-mujer, de modo que le quedaba libre apenas U$S 2600. La cuota de la hipoteca era de U$S 2500 durante los primeros 5 años, después subía. La única manera de sobrevivir era con los ingresos de la mujer (una argentina). Y con respecto a la suba, se dejó convencer: cuando la propiedad suba, refinancias.
Pese a que era una locura, se tiró al agua. Todo empezó bien, hasta que se le empezó a complicar. La plata no le daba, y para peor la mujer perdió el trabajo. Empezó a financiarse con las tarjetas de crédito, y la rosca se volvió cada vez mayor. Refinanció usando la diferencia de valor de la propiedad, pateando la pelota para adelante, pero igual no le daba. Estuvo a punto de perder el matrimonio. Tuvo suerte de no perder el trabajo en el interín, no tanto por la crisis sino porque la situación lo alteraba enormemente.
El único motivo por el que no perdió la casa (aún) es porque el banco quedó desbordado de tantos remates: tuvo suerte de llegar enseguida después de la ola. Si tiene suerte, con lo que venda del libro liquidará su deuda, o al menos se pondrá al día.
Andrews es una persona normal, instruida, no es el prototipo del subprime. Lo más interesante de la historia es que Andrews es periodista del NY Times. No solo es periodista, sino que es el encargado de cubrir a la Fed en Washington. Como él dice, «De todas las personas del mundo, yo debí ser el primero en no cometer esos errores». Y sin embargo…
Es una moraleja importante. No importa cuanto sepamos, no importa que tan conscientes seamos de todo, a veces la ambición nos ciega, nos terminamos dejando llevar por la corriente. Lo triste de la historia, es que no importa cuantas veces leamos las historias de gente como Andrews, igual estamos expuestos al más básico de los errores económicos: gastar más de lo que ganas.
De todos modos, hoy pienso leerles la historia a mis hijos. Espero que los asuste más que el cuento de la gallina degollada.
Buena la historia, aunque simpre hay que aclarar de no tomar otras interpretaciones secudarias como «no seas propietario».
Como ya lo recomendé en el otro post «SEAN propietarios».
Espero que la segunda moraleja te saliera de pura casualidad no? ;-).
Human Nature, Liar Loans and Defaults…
As mentioned in our previous blog, there is an article in today…
Le contamos a Edmund alguna historia de la Argentina?