Este post lo debí haber escrito hace una semana, pero más vale tarde. La semana pasada fue el evento anual de Genexus. Casi no hemos escrito sobre Artech, tal vez porque es una empresa establecida, con años en el mercado. El asunto es que año tras año el evento de Genexus es absolutamente impresionante, convocando gente de decenas de países que vienen al Uruguay especialmente para ver y oir lo que tiene la empresa para contarles. No se cuanta gente vino al evento este año, pero sospecho que debe haber superado los 2000, de los cuales al menos 500 deben ser extranjeros. Y todo eso en una industria que se ha vuelto un tanto aburrida. Al fin y al cabo, los lenguajes y herramientas de software parecen ser una cosa del pasado. Ya nadie recuerda a Borland, ni a Gupta, hasta Java se ha vuelto mainstream. El único lanzamiento que generó emoción en el mercado fue Ruby on Rails, y mismo eso duró poco. Tal vez la mayor prueba de lo que cambió la industria fue el concierto de música clásica con el que cerraron. En otra época hubiera sido una banda de rock.
Nunca fui usuario de Genexus. Simplemente no se dio. Sí fui competidor-proveedor-socio cuando trabajé en Oracle. Incluso traté de convencer a la gente de EEUU de darle una mirada, a lo que obtuve como resupesta un bostezo. De todos modos, tengo una gran admiración hacia lo que hicieron.
Si Artech fuera una empresa israelí, sobre fines de los 90 habría abierto una casa matriz en EEUU, contratado un CEO americano, y obtenido unos 10 millones de dólares de capital de riesgo. Habría usado ese dinero para generar una estructura de ventas global, llegando a ventas del orden de los 100 millones. Al cabo de unos años habría tenido una tentadora oferta de compra de algún grande, tal vez Microsoft, IBM u otro. De ahí se abrirían dos posibilidades: vender, o apostar a seguir independiente, posiblemente mediante un IPO. El segundo camino seguramente hubiera sido insostenible, terminado en una crisis. Cualquiera de los escenarios terminaba con seguridad en lo mismo: los fundadores con una engrosada cuenta bancaria pero fuera de la empresa, el producto abandonado, sin nuevas versiones, con algunos usuarios dependiendo del mismo y maldiciendo la hora en que eligieron jugarse a la empresa.
Los fundadores eligieron otro camino, un camino de crecimiento orgánico y más lento. La decisión no fue sin riesgo. Parado 15 años atrás, era difícil imaginar que lleguen a la fecha de hoy por ese camino. Seguramente perdieron mucho dinero por su decisión, pero ganaron mucho en orgullo personal y en calidad de vida. No hay bueno ni malo en todo esto. No hay caminos correctos ni incorrectos. Son decisiones personales de cada uno, para las que no hay manuales.
Mis sinceras felicitaciones.
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