Hace meses que no escribo. Voy a romper el silencio de blog para contar algo bastante shockeante que me sucedió hace unas semanas.
Estaba entrando a mi casa, cuando escuché una frenada fuerte. Llegué a darme vuelta para ver cómo un ómnibus impactaba fuertemente con un auto y lo tiraba 40 metros para atrás. En apenas segundos se llenó de vecinos que rodeaban al auto abollado, yo entre ellos. Al menos diez personas llamaban a ambulancias, 911, etc.
— Qué animal el de ómnibus – comentaba uno
— La culpa es del conductor que no respetó el Pare – decía otro
— Quién está en el auto? – Preguntó alguien más práctico
— Una mujer. Está muerta – Respondieron
Se me heló la sangre. Por la ventana del auto se veía a una mujer, de unos 35 años, con el cinturón puesto, la cabeza caída hacia el costado, casi tocando el asiento del acompañante. Un delgado hilo de sangre salía de su oreja.
Aún tengo fresco el curso de primeros auxilios que hice como parte de Helper (ver más abajo), pero mi susto pudo más. Hay 30 personas alrededor, me dije, qué puedo hacer? Además, está muerta, no puedo hacer nada. Me voy para casa. Chau. Vencido por la cobardía empecé a caminar para casa, mis piernas temblando. Una madre tapaba los ojos de sus hijos curiosos. Di unos pasos más, y me dije que no me puedo ir. Soy miembro de la directiva de Helper, lo mínimo que puedo hacer es alertar por la aplicación.
Abrí la aplicación de Helper. Grabé mi alerta: “Hubo un accidente en la esquina de casa, hay una mujer muerta adentro del auto”. En segundos empezó un chat vía la aplicación. “Sergio, fijate si respira”.
Me cayó una ficha. Quién dijo que está muerta? No hay nadie realmente cerca del auto. Nadie hace nada. Al menos voy a acercarme. Al acercarme escuché a alguien diciendo: La señora se mueve. Algo tengo que hacer, me dije. Le di el bolso de la computadora a alguien, ni se a quien. A todo esto, Michael, el fundador de Helper, me estaba llamando. “Sergio, escribí en la App la dirección exacta donde estas así alertamos una ambulancia, tu GPS marca mal”. Ingresé la dirección. Me ingresó otro llamado, no recuerdo quien era. Ni siquiera recuerdo si era hombre o mujer. Su voz transmitía calma y seguridad.
— Sergio, hay más gente en el auto?
— No, solo la mujer
— Está sangrando?
— No, solo tiene una herida menor, tiene la cabeza hacia un lado
— Bajala del auto y ponela en posición lateral de seguridad (es la posición que nos enseñaron para dejar a un herido mientras llega la ambulancia)
— No puedo, el auto está abollado
— OK, tenemos que alertar a bomberos, ya los estamos llamando. Vos asegurate de que tenga la cabeza derecha para que no se asfixie – Las cosas que aprendí en el curso iban volviendo, gracias a la voz del otro lado del teléfono que transmitía la calma que yo no tenía.
A todo esto, una mujer ya le estaba sujetando la cabeza a la señora. La gente de alrededor intentaba ayudar:
— Señora, manténgase despierta y no deje de respirar – Decía uno, sin darse cuenta de lo disparatado de sus instrucciones
— No la toquen, es peor – Trataba de ayudar otro. Las instrucciones del curso eran lo contrario: el riesgo de dañar a alguien es mucho menor que el riesgo de asfixia
— Soy médico – Dijo la señora que sujetaba la cabeza de la mujer derecha. Mi nivel de nervios bajó al oir eso, pero la voz disimulaba mal los nervios de la doctora, quien seguramente no estaba acostumbrada a situaciones de este tipo
La mujer del auto estaba consciente, pero en shock total. No gritaba, respondía alguna pregunta. Desde el teléfono me siguieron guiando. Yo lo único que hacía era transmitir las preguntas y las instrucciones a la doctora, que parecía estar como yo, agradecida de que alguien le diga (o le recuerde) lo que debe hacer.
Finalmente llegó la ambulancia. Me pareció que tardaron horas. Luego miré los registros, fueron 15 minutos, el promedio de lo que demora una ambulancia privada en Montevideo, y buen tiempo tomando en cuenta el tráfico del día. Los bomberos llegaron dos minutos después, y la policía un poco más tarde.
No sé que hubiera hecho yo si la doctora no estaba allí. Supongo que la presencia de gente del otro lado me hubiera ayudado a sobreponerme al susto y hacer lo que había que hacer. Sin la ayuda de la doctora y de Helper, la señora hubiera seguramente quedado dentro del auto durante 15 minutos, con riesgo de asfixia, mientras 30 personas a su alrededor le decían que siga respirando y discutían de quien es la culpa. Y los bomberos hubieran tardado 15 minutos más desde la llegada de la ambulancia.
Todo lo que conté es real. Como dije antes, soy parte del equipo fundador de la organización sin fines de lucro Helper. En Helper buscamos capacitar a 20.000 personas en primeros auxilios, y crear una red de primeros auxilios basada en una App. La App sirve para alertar Helpers capacitados que estén cerca, y cubrir los momentos críticos entre el evento y la llegada de la ambulancia.
Helper recién empieza, pero ya hay 1200 Helpers capacitados, y se atendieron cerca de 50 emergencias, varias de ellas críticas.
Siempre creí en el proyecto, llevado en gran parte por el entusiasmo de Michael. Ayer realmente entendí lo que implica el apoyo de la red. Podes hacer 10 cursos de primeros auxilios, pero tener un Helper al lado o del otro lado de la línea hace una enorme diferencia.
En los próximos meses seguramente escuchen mucho más de Helper. Todo apoyo es bienvenido, empezando por lo más básico, que es hacer el curso de Helper.
Pueden bajar la app para iPhone acá y para Android acá
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