Seamos realistas: los últimos años vivimos una Gran Mentira. Enorme. Mucho mayor aún que la de Madoff. Los precios de las propiedades eran una mentira. Los precios de los commodities eran una mentira. Los precios de nuestras monedas eran mentira. Hasta los precios de los TVs, las notebooks, los celulares, las carteras Louis Vuiton, los cuadros de Picasso, todo mentira.
Y sin embargo, ese enorme Truman Show logró que el mundo en su conjunto produjera lo que nunca en la historia de la humanidad se había producido. Desde memorias hasta televisores, desde apartamentos hasta yates, desde servicios gratuitos de video hasta carteras Louis Vuiton (verdaeras y de las otras), jamás el mundo produjo tantos productos y servicios como en los doce meses a julio del 2008.
Si adherimos a la teoría de que la riqueza de un país está dada por lo que produce y no por el oro que hay en sus arcas, podemos decir que nunca el mundo fue tan rico como durante la Gran Mentira. Y sin duda que el mundo fue más feliz durante la Gran Mentira que en la Gran Resaca que vivimos ahora.
No se a quien se lo hemos de decir, si a Obama, a Geithner, a Bernanke o a Brown, pero el mensaje es uno:
Mentime que me gusta y me hace bien
Indeed diria un britanico. Las verdades absolutas nos son una virtud en si mismas, basta probar en comunicarle a un paciente oncologico su destino y ver que beneficio se obtiene de ello. Que la mentira en el long term no rinde es generalmente cierto, asi que depende de en que escenario de tiempo nos movamos para valorizar el dogma de la «mentira» o la «verdad»