Hace un tiempo escribí de cómo las universidades americanas top podían becar a todos los estudiantes de por vida, gracias a sus enormes patrimonios, los que estaban manejados mejor que cualquier hedge fund. Había varias explicaciones de por qué obtenían tan buen rendimiento, desde su visión de largo plazo hasta la posibilidad de contar con la experiencia de los mejores profesores de finanzas, además de los mejores administradores, a los que les pagan la centésima parte de lo que ganarían en el mercado.
Esta crisis cambió todo. Harvard perdió $10.000 millones en el último año; Yale perdió otro tanto. De regalar dinero, pasaron a ajustar presupuestos, los cuales son para mi gusto disparatados. Y la magia de sus administradores se ve ahora como una posición de riesgo excesiva.
En realidad, la crítica no es del todo justa. Si invertís con un horizonte de 30 años (como es la idea de un endowment), no te pueden juzgar porque en un año en particular perdiste valor, así sea un 30%. Sin embargo, parece claro que en las finanzas como en el fútbol y también en el management, por más que convenzas a todo el mundo de que estás embarcado en un proyecto de largo plazo, si no mostras resultados en el corto plazo, sos boleta.
Como dice un amigo mío: «Esta crisis es peor que un divorcio: me quedé con la mitad de mi patrimonio pero no me saqué de encima a mi mujer»
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